Un hombre va al médico y le dice que está deprimido, que la vida es
dura y cruel. Dice que se siente solo en un mundo amenazador.
El médico le dice:
- El tratamiento es muy sencillo. El gran payaso Pagliacci está en la ciudad. Vaya a verle. Eso le animará.
El hombre rompe a llorar.
- Pero doctor... -le dice- ¡yo soy Pagliacci!
La
muerte de Robin Williams, aunque en el esquema total de la vida es una
muerte más, me recuerda la fina línea entre la cordura y la demencia.
Como la depresión puede acabar hasta con las personas más fuertes. Uno
solo es muy difícil salir de esa espiral de sentimientos que ahogas en
la máscara de fortaleza.
Hace no más de una semana una
persona muy querida dejó este plano de existencia y lo finalmente
sucumbió fue su cuerpo, mientras su mente peleaba una batalla sin
ganadores. La tristeza nos embargó, nos redujo; sin embargo lo que
rescató a las personas que lo vivieron fue la unión de los familiares
que dieron soporte unos a otros.
Lamentablemente no es la
única experiencia de perdida que hemos tenido que vivir, por ello veo
por qué la humanidad es un animal social, porque requiere de ese soporte
mental de una manada para mantenerse cuerdo. Adoro mi soledad,
sobretodo cuando más rodeado estoy.
Recuerdo la
preparatoria, cuando mi mente divagaba en un caldero burbujeante de
ideas, de pensamientos, de sentimientos; alimentados por el ansía de
conocer más, de saber, de compartir y comparar estas ideas con mis
compañeros.... y al mismo tiempo guardarlas celosamente porque erán mis
ideas inconclusas...
Y después de esto solo me pregunto: ¿En donde quedó el mar?
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